martes, 24 de febrero de 2015

EL OKUPA.POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ.



EL OKUPA.POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ


La vida da muchas vueltas, todo cambia y lo que creemos saber acerca de nosotros y de nuestro entorno se encuentra en continua evolución. En ocasiones vivimos la existencia como una guerra y nos podemos sentir invadidos.

EL OKUPA
Soy desterrado, desalojado como sin techo al que, al no poder pagar la hipoteca las autoridades hubieran mandado un burofax de preaviso para luego ser expulsado por las fuerzas del orden. He de reconocer que en raras ocasiones he pactado con el dueño de mi residencia, más o menos permanente. Soy, por mi naturaleza e ideología, un okupa que da la patada a moradas abandonadas o descuidadas por sus dueños. También admito que no todos sus amos mantienen sus propiedades de la manera en que deberían; eso tiene mucho que ver con las circunstancias personales y los momentos puntuales de los que viven sus desgracias con mayor intensidad o de manera sosegada. Sea como fuere no es mi problema y tal como hacen los míos, observó, calculó y sopesó debilidades estructurales para entrar por donde muchos dicen que es prohibido.

Tenemos una fama infame, valga el juego de palabras, pero en realidad creo que es por incomprensión, miedo o desconocimiento de nuestro particular tipo de vida. Para ellos somos bichos raros. También es una manera de que nos respeten. Nuestra fama de asociales o anárquicos suele protegernos durante bastante tiempo y, dependiendo de los casos, durante años o por toda una vida.

No es frecuente encontrar un habitáculo amplio y bien conservado en el que uno se sienta a sus anchas, salvo en golosas ocasiones en las que nos llamamos o avisamos para compartir el espacio, hacernos fuertes en él y defenderlo a toda costa. En la mayoría de las ocasiones, al principio, no me hago notar; intentó pasar lo más desapercibido posible, tanto para el dueño, como para el resto de los posibles vecinos que me rodean. Es mejor así hasta que me hago amo de la situación, coloco mis defensas y trampas que me avisan de la llegada de indeseables y así impedir el desalojo. Depende mucho de las zonas, ideas y de si tienes a otros compañeros sin cobijo. Podemos pasar años desapercibidos o sin llamar demasiado la atención. La pega es que nuestra soberbia y orgullo, generalmente, terminan por delatarnos siendo visibles o intuidos, ya sea por nuestras palabras o por nuestros actos, denominados groseros o antisociales por el resto de la comunidad.

No es tan sencillo, por parte de un demonio menor, poseer un cuerpo. Ni siquiera cuando el alma de su dueño es oscura y despiadada. Esta situación tampoco supone un reto interesante para la Oscuridad. Como decía, preferimos espacios amplios y mejor conservados para corromper. En la mayoría de los casos tenemos que conformarnos con lo que los hombres llaman opresión diabólica; es decir un control relativo del cuerpo desde el exterior con el que intentamos influir en la voluntad del hombre. En mi caso es muy frustrante y agotador tener ese tipo de residencia en la que parece que permanezco simplemente en el recibidor del portal, al lado de los buzones, aunque no es tan dolorosa como la posesión. Cuando la consigues eres el amo y señor del envase en el que te hospedas y puedes alimentarte de los miedos, frustraciones, confusiones y degradaciones del cuerpo que posees. Aunque para los hombres sea abominación y maldición, para nosotros no deja de ser una satisfacción dulce, llena de esfuerzo y dedicación en la que continuamente estamos aprendiendo y mejorando. ¡Es todo un reto personal! Hay que estar atentos para que las mentiras que susurramos y que salen de la boca de nuestros alojamientos tengan convicción y suenen a verdad, para borrar recuerdos gratos a los que se aferran y matar esperanzas que sean tablas de salvación futuribles. Hay que hacer una buena limpieza a nuestra manera para desechar todo aquello que nos estorba o entorpece nuestra labor. Hay que eliminar del alma pura todo rastro de los santo o divino, independientemente de cuál fuera su creencia, religión o espiritualidad concretas.

A nuestro líder le llaman Príncipe de las Tinieblas, y en verdad que lo es. Nosotros intentamos alcanzar su retorcida perfección en la maldad pura, sin fisuras; en el engaño como seducción para complacer las carencias y anhelos insatisfechos del ser humano. A partir de ahí, una vez embaucado, encontrado aquello que cree que necesita o que piensa que le hará feliz, el trabajo es mucho más sencillo.

De tener espacio suficiente, o muchas posibilidades de propagar la perversidad, invitamos a nuestros hermanos sin techo en solidaria llamada para compartir la vivienda deshumanizada y defenderla de los posibles posteriores ataques. Es entonces cuando perdemos nuestro nombre particular para convertirnos en Legión, pues muchos acudimos.

Anhelo ser tan fuerte como para controlar a mi habitáculo de tal manera que flote, blasfeme, se retuerza, vomité para mostrar mi poder y por extensión el, de la oscuridad. Al fin y al cabo somos Guerreros de la Oscuridad. Por lo tanto no hay descanso y sí mucha disciplina. Y como soldado puedo ser herido, puedo perder la batalla. Con la oscuridad nos defendemos y ganamos los territorios, mas la Luz es nuestro talón de Aquiles.

Puedo obligar a cometer las mayores atrocidades al hombre  o mujer en los que me cobijo: a mentir, robar, matar, destruir, dispersar el caos y hacer disfrutar con ello. Pueden ser conscientes o no; es lo de menos. Al fin y al cabo es lo que soy y esa es mi naturaleza. Presuntos y bienintencionados actos de bondad apenas me ciegan durante un ínfimo instante y no suponen más que los zarpazos de un minúsculo gatito.

El hombre es prepotente por naturaleza y considera sus buenas acciones más grandes de lo que realmente son y esa es una de sus debilidades. Como suelen decir aquí, “el infierno está lleno de buenas intenciones “y de ello soy testigo, al ser fruto de una de ellas, de un íncubo; de un demonio que tomó la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a los adolescentes y a los monjes, introduciéndose en sus sueños y fantasías. Mi madre es una mujer de gran sensualidad y de una extrema belleza incandescente. Es un egregor al que se le confirieron fuerzas y poderes concretos a los que, de común acuerdo, se le otorgaron unos significados reconocidos y asumirlos. ¡Incautos!. Siempre habéis creído que somos seres limitados, almas viejas condenadas con origen en el comienzo de la creación. No hay tiempo, no hay espacio, y a cada instante somos más numerosos, sea cual sea la cultura que nos nombre o el apodo con el que se nos denomine.

Tan sólo la Luz pura puede dañarnos o expulsarnos de nuestros hogares y eso causa un sufrimiento atroz en nuestra entidad propia y en colectiva. Además, fallar en una misión, por pequeña que sea, es una deshonra para los Guerreros de la Oscuridad. No entienden que en esta dimensión repleta de densidad buscamos un lugar donde vivir, ser y desarrollarnos según nuestra propia naturaleza parasitaria. Tan sólo algunos humanos nos invocan deliberadamente mediante conjuros extraños o libros de conocimiento falsos. ¿Nosotros decir la verdad?... Pero si su intención es verdadera acudimos a tales invitaciones, pues la predisposición a corromperse no es desdeñable tal y como están las cosas con esas nuevas conciencias individuales, ajenas a las religiones establecidas que tanto nos han facilitado las cosas durante milenios causando la limitación del pensamiento individual. Las nuevas creencias nos tienen en una incipiente crisis. Hay que actuar de otra forma más sinuosa con ellas. En cierto modo somos más fuertes desde ese punto de vista  que pretende ignorarnos para no darnos fuerzas desde el Egregor original. Existimos quieran vernos o no y mirar para otro lado simplemente es omisión, una presunta indiferencia en la que al ignorar el mal simplemente los convierten en cómplices. Al menos es lo que dicen nuestros superiores… ¿Nos dirán la verdad?

Se acerca el sacerdote, el exorcista designado para el por el Obispo tras años de burocracia, buena para mí y que me ha permitido que tuviera tiempo de permanencia extra. Evidentemente ha cursado y obtenido el título oficial de exorcismo, impartido en Roma-Vaticano. Son muy suyos para éstos temas.

Lucharé con todas mis fuerzas, llamaré a mis Hermanos y Hermanas si es necesario para que, al menos, éste desalojador se lleve su merecido por su arrogancia, comparable a la mía. Le haré ver sus abismos, sus miedos más profundos e íntimos, le haré dudar. Él intentará hacer lo mismo conmigo de manera impecable mediante su librito. Los sacerdotes de la Iglesia Católica, para la realización del exorcismo, lo hacen bajo lo estipulado en el Ritual Romano. Algunos religiosos exorcistas como el sacerdote Gabriele Amorth, y Monseñor Carlos Alberto Mancuso desaconsejan el nuevo ritual aprobado por el Sumo Pontífice en enero de 1999, aduciendo que el antiguo ritual tenía siglos de comprobada eficacia. La verdad es que más bien nos descontroló el nuevo, acostumbrados al anterior. Ante lo novedoso dudamos al principio como reaccionar, como sucede a los humanos.

Es un juego de ajedrez en el que la partida puede quedar momentáneamente en tablas. Aún dudo acerca de mis movimientos con las piezas negras pues quiero ser creativo. Haré ver que pierdo algunas piezas para que el cobre confianza y que su posterior derrota sea aún más demoledora. El Vaticano ha descartado una anomalía psíquica en mi poseído, ya sea patológica o paranormal, y han considerado signos de posesión diabólica la aversión vehemente hacia  Dios, la Luz, la Cruz y las imágenes o símbolos sagrados. Además, dependiendo del fin bueno o dañino para el cual las empleo, han discernido si las  producciones de mi envase investigado eran dones de Dios, o signos de posesión. El hablar con muchas palabras de lenguas desconocidas o entenderlas, hacer presentes cosas distantes o escondidas y demostrar más fuerzas de lo normal no le ha parecido muy divino, en éste caso, a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. A pesar de lo dicho más arriba, creer que sólo hay posesión cuando el agua bendita quema, o la persona no puede entrar a una iglesia o se hablan lenguas desconocidas, es un error.  Es cierto que lo más característico de la posesión es que tras participar en un rito esotérico la persona sufra trances en los que emerge una segunda personalidad maligna; es decir, alguno de mi casta.

No puedo negar que tengo algo de miedo, pero tras tantos desalojos me voy acostumbrando. El trauma y el dolor van siendo menores. Ser exorcizado, ser expulsado tras una dura lucha me deja debilitado durante un tiempo, expuesto como un caracol sin caparazón. Si me hace jaque mate me convertiré en un sin techo señalado por compañeros por mi pérdida de estatus, teniendo que recurrir a la mendicidad mediante bajas energías residentes en otros. No me agrada convertirme, mientras me recupero, en un parásito energético, en una vulgar larva astral o en un vampiro energético de poca monta.

El exorcista ora, pide ayuda a los poderes de la Luz, del complemento que resalta la existencia de ambos, aunque a veces el bien y el mal sean difíciles de discernir. Pide a lo santo, a lo sagrado que le diga mi nombre. ¡Vaya novedad! Ahora utilizará el hisopo para rociarme con agua bendita. Tendré que quejarme y hacer aparecer sobre el cuerpo que habitó pústulas, llagas o estigmas. No es que no sufra mi manera, es que es lo que se espera de nosotros en esta cultura y religión determinada. A mí me gusta más lo ancestral y étnico, pues se atienen más a lo básico y, si bien tienen sus parafernalias, se centran más en la simplicidad.

¡Me exhorta en el nombre de Jesús el Cristo! Ahora me toca levitar un rato y poner los ojos en blanco. ¡Duele, duele mucho! Juro y perjuro enfurecido en arameo y lenguas muertas, olvidadas e incluso no terrenales.  Es más ameno, aunque el cuerpo de mi anfitrión sufra y tal vez no sobreviva. ¡Todo es tan monótono y poco creativo! Me cabrero de verdad y comienzo abrir y cerrar puertas, cajones haciendo mucho ruido. El numerito de bajar la temperatura exterior siempre creaba un impacto en adecuado, pero no parece que de resultado. ¡Pierdo fuerzas, pierdo voluntad! ¡Me ha hecho jaque! De nuevo me pregunta mi nombre y según las normas establecidas por occidente debo responder.

Sin más remedio le digo que soy Corvian, Príncipe de la Soberbia, Hijo del Orgullo Seductor, Nieto del Rey de la Oscuridad, Hermano de la Destructora de Almas. En sus ojos se manifiesta un atisbo de reconocimiento, como si ya nos hubiéramos encontrado antes en la cadena sin fin del equilibrio entre la Luz y la Oscuridad. Sinceramente yo no lo recuerdo pues aunque joven, soy demasiado viejo…

-¿Corvian? ¿El hijo de la Siboney?

-Sí, el pequeño –respondo extrañado-. No es el tipo usual de conversación que solemos mantener los soldados de bandos opuestos. Durante la contienda solemos hablar de nuestras respectivas familias pero no de una manera tan cordial. Incluso nos acordamos de respectivos muertos; bueno, soy yo el que blasfema acerca de los ancestros de los vulgares humanos

-¡Te pillé! -dice el exorcista con una aviesa sonrisa en los labios.

¡Vaya que sí me pilló! Tras insoportables cegueras causadas por la Luz, tras numerosas plegarias y rituales me encuentro fuera de mi anfitrión. Esta vez sí que me han sorprendido de la manera más tonta y estúpida, como si fuera un simple cadete. Casi le digo mi árbol genealógico entero.

El cuerpo del hombre está irreconocible, sudoroso, desmadejado, casi roto, pero respira. Tal vez recuerde algo de todo esto, tal vez no y, posiblemente, si lo hace lo negara pensando que ha sido una pesadilla de la cual, afortunadamente, pudo despertar. Mientras tanto yo hecho una pena, a lamerme las heridas, cobrar fuerzas en forma de larva y buscar un nuevo hospedaje sencillito de okupar mientras estoy convaleciente. En el peor de los casos puedo pedir asilo a la Legión que está dentro de Vladímir Putin.






domingo, 22 de febrero de 2015

LOS CACTUS (AUDIO RELATO). POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ.



LOS CACTUS (AUDIO RELATO)


Algunos cactus son comestibles debidamente preparados,otros no. Sea como sea, todo tiene su función y utilidad.



jueves, 19 de febrero de 2015

martes, 17 de febrero de 2015

EL CEREZO DE LOS SUEÑOS.POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ.




Relato para el evento literario organizado por el Colegio Nuestra Sra. de los Ángeles para oyentes menores de catorce años.


EL CEREZO DE LOS SUEÑOS.
En el ocaso anaranjado, que acariciaba suave y meloso la aldea pontevedresa cuando la jornada del campo tocaba a su fin, se recortada, de un modo cuanto menos caprichoso y curioso, la silueta de aquel solitario e imponente cerezo. Era tan misteriosa su existencia en aquella región que los lugareños lo observaban siempre de lejos, con ojos de admiración, temor y, cómo no, de ignorancia. El cerezo había estado allí desde que se podía recordar, en lo alto de la suave colina y se alzaba descarado sobre el resto del horizonte aledaño. Había conocido generaciones y generaciones que vivieron en la pequeña aldea. Era pues, uno más de los muchos elementos parlantes que constituyen el paisaje de ”a nostra queridiña terra do meigas”.

Era en aquella aldea pequeña y sencilla, eminentemente fetichista y propiciatoria de leyendas ancestrales, donde vivía Juanciñó; un rapaz de seis primaveras cuyo frágil cuello soportaba a duras penas el enjambre de remolinos y fantasías que tenía por la cabeza. Era dulce y risueño pero travieso, curioso… ¡No podía ser de otra manera considerando su edad!

Aunque advertido cientos de veces por sus mayores, aquella pizca de niño que alegraba sus adultas existencias llamado Juanciñó subía cada tarde a la torre del campanario e imaginaba que aquella grácil silueta vegetal, temida por tradición y sin motivos aparentes, conversaba con él. Se imaginaba a su lado manteniendo conversaciones en las que en ocasiones había silencios prolongados y en otras, un montón de preguntas indiscretas y directas.

Un día cualquiera, al salir de la escuela, el rapaz se dispuso a llegar hasta el pie del misterioso cerezo. Por el camino se encontró primero con el Sr. Manuel, que como cada tarde había sacado a su vaca a dar un paseo como si fuera un perro encerrado en casa que deseara desfogarse en libertad. Luego con el cura del pueblo, Don Ramón. Como era costumbre Juanciñó corrió para besarle la mano, aprovechando el puño de la impecable sotana para restregar rápida y disimuladamente su moqueante nariz. Quería que el cerezo con el que tantas veces había soñado lo conociera por lo menos con la cara limpia. Respecto a las rodillas raspadas o con cardenales no podía hacer nada.

Prosiguió pues su camino y al pasar por los maizales de la tía Carmiña, encontró oculta entre ellos a Angelina, una de las nietas de la dueña del terruño. Era una muchacha de diecisiete años, frescachona y lozana. Tenía novio formal, aunque con pocas intenciones de pasar por la vicaría. Vivía en la aldea vecina a la de Angelina y cada tarde pasaba por los maizales de la tía Carmiña sabiendo que su novio le esperaba allí impaciente, con el diablo riéndole entre las piernas.

Caminando, caminando, Juanciñó llegó por fin a lo alto de la colina y como era de esperar encontró al cerezo de sus sueños. Absorto el rapaziño quedó mirando sus frutos: caritas carmesí, brillantes y risueñas que pendían de sus delgadas ramas. Las cerezas maduran desde finales de primavera hasta principios de verano, siendo un período muy corto de recolección en comparación con otros árboles frutales. Pero aquel cerezo parecía darlas todo el año, o al menos eso decían de él.

Escuchó de pronto una voz extraña que parecía salir del interior del tronco:

-¿Cómo te llamas?

Juanciñó al principio se asustó; estaba muerto de miedo por las muchas advertencias que había recibido. No sabía si seguía jugando en su imaginación o si la charla era real. Mas luego pensó que de qué se iba asustar. Era la misma voz que le invitaba a visitarlo cada tarde, cuando subía a la torre del campanario a escondidas.

Así, se decidió entrar en diálogo con el cerezo:

-¿Por qué quieres saber mi nombre?

-Porque te he de llamar de algún modo si vamos a ser amigos.

-Juanciñó-respondió al fin.

-¿Qué edad tienes?

-¡Carallo! Ya sabes que al gallego no le gusta decir la edad que tiene -protestó.

-¡Está bien! –respondió el árbol con paciencia.

Estuvieron charlando durante un buen rato; hasta que Juanciñó quedó dormido sobre las abultadas raíces. Se sentía protegido y acurrucado, casi mecido. Sus sueños estuvieron llenos de risas, juegos, colores y música alegre.

A la mañana siguiente, cuando despertó, le preguntó el rapaz al cerezo:

-¿Por qué te tiene miedo la gente de la aldea?

-Porque soy un árbol extraño en esta región.

-¿Y porqué vives por aquí?

-Porque mi vida es de los duendes y personajes de los cuentos que conoces. Si no viviera aquí, los niños de la aldea no sabrían ningún cuento porque no habría personajes que los protagonizaran.

-¿Sabes? A veces he soñado que era uno de esos personajes…

-¡Eso es fácil de hacer realidad!

-No…-respondió el niño con resignación.

-Soy un árbol mágico; muchos niños y algunos adultos han llegado hasta aquí con sueños parecidos y se han hecho realidad. ¿De veras quiere ser un personajillo?

-¡Claro!

-Pues come  uno de mis frutos.

El cerezo bajó una de sus ramas para que Juanciñó alcanzara a coger el fruto más sabroso de todos los que de sus ramas pendían. De ellas salían pequeños corimbos de varias flores juntas, ni arracimadas ni solitarias. El rapaz mordió lleno de ilusión la cereza y  la suavidad de su fruto, que se caracteriza por poseer una única y poco profunda hendidura en un lado, le supo dulce y jugoso. Al instante desapareció dejando un olor a inocencia.

El sol del nuevo día iluminó la aldea y despertó al Sr. Manuel y a su vaca, y a Angelina, y a Don Ramón, y a tantos otros que vivían sumidos en la ignorancia.

Cayeron muchas hojas en el calendario de la taberna del puerto; los lugareños seguían temiendo al cerezo de los sueños sin saber por qué razón. Sin embargo nadie pudo echar en falta a Juanciñó, ni siquiera sus padres o parientes más allegados, porque cada vez que una abuela cuenta un cuento a sus nietos o una madre canta una nana a su hijo, allí estaba Juanciñó flotando en el ambiente, risueño y eterno como todos los personajes que constituyen la tradición oral de Galicia, fastuosa de tesoros y entrañablemente humilde al mismo tiempo.




sábado, 14 de febrero de 2015

LA RIFA. POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ PARA LA COMUNIDAD LITERARIA MAGERIT






No siempre lo que creemos desear es lo que nos satisface. No nos engañemos.


LA RIFA


El local se encontraba bastante tranquilo en comparación con visitas anteriores. Había varios grupos de clientes que se habían distanciado unos de otros para guardar su colectiva intimidad lo mejor posible. Cada uno de ellos solía situarse más o menos en la misma zona, como si tácitamente hubieran marcado su territorio. Tal manadas de mandriles en celo, guardaban las distancias. Había también, cómo no, clientes solitarios y dispersos que consumían sus bebidas en silencio, con la cabeza gacha u oteando ávidamente el horizonte como suricatos en pie en busca de peligros potenciales o presas fáciles. La música no era de rabiosa actualidad, si bien era bailable para la mayoría que se animaba a mover el esqueleto. 

En uno de los grupos se estaba produciendo una verdadera revolución sin precedentes y de manera inesperada. Los ojos de Paloma se iluminaron lascivamente cuando Víctor propuso que realizarán una rifa; una lotería cuyo premio sería pasar una noche de lujuria con él. Todos se mostraron dispuestos a secundar la propuesta, contentos de romper la monotonía en que la fiesta, ya avanzada, estaba cayendo a altas horas de la madrugada. Entre risas y bromas participaron tanto hombres como mujeres, conscientes de que se trataba de un juego más o menos inocente que animaría la noche. Los varones, con o  sin prejuicios, con verdadero deseo o sin él, siempre podrían alegar los desastrosos efectos del alcohol para justificar sus deslices, si llegaban a consumarse. También lo entendió así Paloma, pero un par de guiños que Víctor le lanzó, rápidos y clandestinos junto con su propio deseo, que como siempre en su presencia se apoderaba de ella, acabaron por confundirla.

El desconcierto aumentó cuando Lázaro, la mano inocente de su antiguo amigo universidad, la convirtió en incrédula ganadora al sacar su nombre de entre los participantes de un calcetín del premio rifado. Ni que decir tiene que se podía haber utilizado otra simbólica urna para tal fin, pero les había parecido cómico meter la mano en el, prepararse hormonalmente al momento con un sucedáneo de queso manchego añejo, bien curado. No era tan elegante como beber champán de un zapato con tacón de aguja pero tenía su aquel…

Paloma había deseado el cuerpo de Víctor desde el mismo día en que lo conoció, aunque en lugar de convertirlo en su amante, sólo consiguió hacer de él uno de sus amigos. Ella se negaba a reconocer su enamoramiento. Era una situación incómoda. En una ocasión, estando los dos bajo los efectos de otra alegría etílica considerable, desatadas las lenguas de manera espesa y el corazón de forma irreflexiva, ella le había propuesto hacer el amor en un acercamiento cauto pero claro. Estaba convencida de que una relación exclusivamente carnal sería la única que jamás volvería a traerle problemas. Herida aún como el primer día del desengaño, abatida como una paloma en lo más alto de su vuelo, creía que nunca volvería estar dispuesta para amar. Lo que recibió de Víctor fue silencio y la sensación de que sus alas eran desplumadas como las de una gallina para hacer caldo. Aún así, siguió frecuentando el grupo y, la compañía de Víctor, era casi continua. Uno se suele convertir en animal de costumbres, se acomoda y no tiene ganas de arriesgarse a nuevas experiencias.

Ahora, abrumada por la posibilidad que se le ofrecía en bandeja de plata, tuvo que hacer esfuerzos para aparentar que entendía todo aquello como resultado de una broma, que sus gestos y frases subidas de tono no eran sino un aderezo más de la farsa, del juego de esa etílica madrugada de verano.

Perdida entre risas sin control, carreras, unas veces producto de la huida y otras de la persecución; con una mezcla de alcohol y erotismo verbal desenfrenado, se descubrió, aunque celosa de su suerte, saliendo hacia la casa de Víctor entre las algarabías y felicitaciones del resto de los componentes de la fiesta. Muchos la envidiaron, ya fuera en público o en secreto. La mayoría los despidieron con gestos bastante explícitos y groseros, tal y como convenía la situación. Incluso las otras manadas, ante el jaleo, barruntaban que sucedía y actuaron en consecuencia.

El aire fresco de la madrugada la despejo bruscamente resucitando de nuevo el sentido, que aún convaleciente, la obligó hasta tres veces a detener sus pasos y, mirando a su acompañante, verificar que todo aquello no era un sueño. No dejaba de percibir una sensación de irrealidad en todo aquello. Sin querer reconocerlo se sentía incómoda y lamentó, en cierto modo, que la borrachera se esfumara tan rápidamente. No quería pensar en sus actos y consecuencias. Notaba como si dos fuerzas opuestas tiraran de ella pero dejándola en el mismo lugar. Por el momento ninguna era más potente que la otra y se dejó llevar por la inercia.

Tras unos diez minutos a pie, que parecieron eternos, llegaron al edificio que ella reconocía. Si le quedaba algún resto de aturdimiento desapareció con los enormes esfuerzos que tuvo que hacer para subir a Víctor a su casa, situada en el tercer piso, después de comprobar que el ascensor no respondía al botón de llamada y que su futuro amante se encontraban en tal estado de embriaguez que los pies apenas conocían los límites de cada escalón. Se quejaban constantemente, rompiendo el equilibrio de la pareja, que en varias ocasiones estuvo a punto de desandar lo subido rodando como pelotas densas llenas de alcohol.

Por fin, descansando en cada piso, llegaron a la casa. Ya dentro y encendidas las luces, Paloma no se detuvo hasta que depositó su carga en el dormitorio que, cómo fondo de muchas de sus fantasías y sueños, le era tan familiar. Se sentó también sobre la cama, limpiándose el sudor que brillaba en su frente, perlada por el forcejeo de la subida y la fiebre interior sofocada. Sabía que su maquillaje se había arruinado totalmente, pero… ¿para qué arreglarlo?

Miró el rostro inconsciente, el cuerpo que tanto había negado a regañadientes y que nunca tuvo tan cerca desde aquella nefasta ocasión. No pudo evitar acariciar la cabeza de pelo negro, de una profunda obscuridad, que se curvaba graciosamente en el nacimiento del cuello, Oler su característico perfume sobre aquella piel morena la enriquecía con innumerables matices y contrastes que ahora competían con el fuerte aliento de alcohol despedía el borracho. En ese momento el pecho de Víctor se convulsionó ligeramente. Aunque intentó incorporarse con rapidez no pudo evitar vomitar, en parte de la cama, un catálogo denso y consistente: jamón serrano a medio masticar, patatas fritas y restos verdosos de lo que podría ser guacamole con nachos. Las arcadas duraron casi un minuto y cuando terminó, se limpió la boca con el dorso de la mano de manera intuitiva, inconsciente. Ella casi hizo lo mismo en un acto gástrico solidario, pero controló el asco ajeno.

Paloma se sentó ahora en el suelo, algo acurrucada, indecisa, sin saber qué hacer. Entre el regreso de su propio malestar y el panorama que se le presentaba delante optó por dejarse llevar por la somnolencia, que la invadía por momentos. No supo cuento tiempo pasó, posiblemente no más de una hora, pues aún era de noche. Ella se incorporó al tiempo que Víctor abría los ojos. Ambos se miraron en silencio; unos segundos para que alcanzaran la realidad que caminaba más rápido que ellos. Antes de que ella, preocupada, pudiera preguntarle cómo se encontraba y si necesitaba algo, él la espetó con voz gangosa y torpe:

-¡Hagámoslo ya!... ¿no es lo que estás deseando?

En ese momento, como si la frase hubiera sido la contraseña mágica que rompiera el encantamiento, Paloma supo que no era aquello lo que buscaba. ¡En absoluto lo era! Había tratado de engañarse repitiéndose que eso era lo único que no le traería complicaciones, pero la más poderosa atracción sexual no era nada sin el condimento del amor, la sal de la ternura, los aromas del cariño, la generosidad y la compresión. ¿Qué quedaba entonces? ¿Qué es lo que realmente quería? ¡Aquello no!

Paloma se alisó la falda para amortiguar las arrugas. Recomponiéndose el cabello como pudo, se prometió que nunca más volvería a aquel local con fiestas locas para los clientes con “edad de oro”. Había otros muchos para viudos y pensionistas en los que, tal vez, encontrara lo que estaba buscando: alas nuevas para continuar volando a pesar de la artrosis y moverse al son de canciones que no fueran tristes y desconsoladores boleros.

De ahora en adelante… ¡Salsa y pasodobles! ¡Y mejor calvos o platinos que con bisoñés! Eso sí, el tema de la dentadura postiza era negociable siempre y cuando cada una estuviera en distinto vaso.



martes, 10 de febrero de 2015

PRESENTACIÓN DEL NUMERO 12 DE LA REVISTA GRATUITA GAY+ART









Nuevos relatos, más colaboradores; vamos creciendo cada vez más gracias a vosotros.  
En esta ocasión, además de los relatos, diseños gráficos y demás aportaciones de mis compañeros de proyecto contiene un especial San Valentín

Gay+Art es un proyecto de auto-promoción para escritores y artistas gays, lesbianas, transexuales y héterosexuales que incluyan en su obra referencias al mundo homosexual en positivo.

Es gratis y si os gusta, por favor, compartid el enlace. Hay alguna modificación respecto al sistema de descarga según las nuevas políticas de Bobok, pero seguimos siendo los mismos de siempre, o mejores.

http://www.bubok.es/libros/238883/GayArt-12-Revista-de-Literatura-y-Arte-Grafico-Gay

miércoles, 4 de febrero de 2015

VÍDEO DE LA LECTURA DE "PERSEO" EN EL EVENTO "LECTURAS BIPOLARES" DE LA COMUNIDAD LITERARIA MAGERIT





"Perseo" fue uno de los relatos leídos en el evento "Relatos Bipolares" organizado por la Comunidad Literaria Magerit. (Vídeo proporcionado por un asistente)

Los grandes héroes reviven sus hazañas una y otra vez y, en muchas ocasiones, han sido considerados como ejemplos a seguir.