sábado, 7 de marzo de 2015

ELEVARON.POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ

ELEVARON


EL UNIVERSO ESTA EXPECTANTE ANTE ACONTECIMIENTOS Y LUCHAS INESPERADOS. LA DESTRUCCIÓN Y LA NADA  PERMANECEN DURANTE EONES. ¿QUIEN ES QUIEN? ¿QUE HA SUCEDIDO? ¿DONDE ESTÁ LA SALIDA?



ELEVARON



Elevaron sus brazos al tiempo que recitaban extraños cánticos llenos de devoción a sí mismos. Como si desearan alcanzar las supernovas, articularon los versos de sus manos de manera armoniosa, acariciando el éter mediante complicados dibujos de significado invisible. Sus ojos ciegos intentaron captar una luz que ya no existía, de sus oscuras cuencas vacías manaba sangre maldita sustituyendo las lágrimas piadosas que no fueron vertidas en su momento. Silencio, sobrevino el silencio. Dolorosa espera repleta de esperanza vana.


Tanto los simples harapos como las ricas y coloridas vestiduras se desbarataron sin pureza. Confusos, caminaron desnudos, desposeídos, por los pedregosos senderos incandescentes, contemplando vívidamente en su imaginación el recuerdo de parajes anteriores al desguarnecido que ahora existía. Dunas, montículos, vientos ardientes, calor, desolación... Como almas en busca de un cuerpo que les acogiera fueron deambulando desesperadamente, chocando unos con otros, preguntándose mutuamente:



-¿Dónde se encuentra el camino? ¿Dónde está la luz? ¿Por qué? 





Recíprocamente se interrogaron obteniendo la misma respuesta, en cada momento más cargada de desesperación.

-¡No lo sé! ¡No lo sé...! 

Sus sarmentosas y resecas manos palparon el suelo agostado, sus grietas, sus cenizas, en busca de algo vivo además de ellos mismos a lo que aferrarse. Sólo encontraron cadáveres, cuerpos inertes, consumidos que, al roce de su tacto, se transformaron en polvo, polvo gris, polvo muerto, polvo agraviado que escapó aturdido para posarse perezosamente a sus pies. Vino la noche, más ellos sólo notaron su presencia el percibir momentáneamente el frío alivio sobre sus llagas y ampollas. Los escasos cabellos que les quedaban se quebraron, desaparecieron desmenuzados de sus cráneos; las uñas se desprendieron de sus dedos tras tanto intentó fútil de asir algo en un universo intangible. La carne hedionda se desprendía a colgajos purulentos. De nuevo se preguntaron:

-¿Dónde está la luz, donde el calor? ¿Por qué? ¿Dónde se encuentra la salida?

Una vez más ninguno pudo erigirse como el portador de la respuesta, de la esperanza. Y la angustia les fue invadiendo más hondamente con matices refinados y desconocidos, la desesperación atenazaba sus conciencias abotargadas, el aterimiento traspasó sus cuerpos alcanzando sus entrañas causando un dolor cercano al de la muerte. Asustados comenzaron a empujarse primero, para reñirse abiertamente luego. Encogidos, empobrecidos, quisieron evitar gemir, pero ni aun eso consiguieron. Retazos de gangrenados recuerdos de otros tiempos vividos, de otras existencias distintas y placenteras se materializaron en sus mentes con la dulce melancolía de aquello que fue bueno y que perdieron. Las lágrimas de sangre se intensificaron al ser momentáneamente conscientes de aquella otra vida de la que fueran despojados. En aquel momento, las temperaturas cercanas al cero absoluto las helaron casi inmediatamente.

De pronto, el silencio se quebranto. Un rumor se fue acercando lentamente hasta que, bruscamente, se convirtió en un lamento ensordecedor. Los ecos de dolor de los que quedaron atrás, de aquellos que fueron destruidos, de aquellos que perecieron antes que ellos traspasaron sus mentes. Como un gemido incoherente de significado se fusionó con sus propios lamentos. Remordimiento, el remordimiento se alió al frío para continuar devorando sus entrañas vacías y descompuestas.


Ya no había lágrimas, ya no había sangre, casi no había huesos con que palpar. Sólo quedaron muñones desgastados por el roce constante e infructuoso, por las peleas inútiles, por la interminable búsqueda de Vida. Algunas falanges quedaron olvidadas en el camino. Las ásperas lenguas ya no existían y sus resecas gargantas sólo podían emitir gemidos inconexos con los que intentaban interrogarse acerca de la luz, de la salida... Sus pies se habían roído de tanto caminar y, ahora, se arrastraban penosamente sobre los restos de sus esqueléticas extremidades. El calor, la arena, las afiladas rocas que antes desollaran sus piernas reclamaron ahora lo que restaba de carne, calcinaban al presente sus huesos. Poco a poco, abandonaron fragmentos necrosados de sí mismos durante su desplazamiento, jirones que les pertenecían pero que nada podían hacer por recobrar. Vino la noche, y nuevamente el frío les atenazó. Quebró sus dientes confusos, ajó aún más sus cráneos desguarnecidos, desmenuzó muchos de sus descalcificados huesos.


-"¿Y la luz? -pensaron- ¿Dónde está la salida? ¿Hasta cuándo tendremos que vagar en la desolación?"

Intentaron por millonésima vez comunicarse inteligentemente, mas únicamente pudieron transmitirse guturales alaridos procedentes de su tristeza. Reaparecieron los ecos de los que les precedieron en el exterminio y, aún careciendo de oídos, escucharon desde su dictamen los clamorosos reproches, los armónicos lamentos de sus víctimas. La conciencia se manifestó como consciencia y recordaron las cabezas que en su nombre se cercenaron, las mujeres a las que se violaron, los niños a los que se degollaron; las victimas de mil y un genocidios y holocaustos, las causas sin acciones por la que fueron aniquilados. En sus mentes se formaron interminables montañas y valles de cadáveres, océanos y mares de muerte y destrucción cometida por ellos o en su nombre. El sentimiento de yerro se anexionó al frío para continuar socavando lo poco que quedaba de sus entrañas.


El soplo trasladaba la polvareda de sus entidades de un lugar a otro, era castigado por el solo hecho de serlo. Las cenizas se interrogaban mutuamente, en silencio:

-"¿Dónde está la salida? ¿Dónde está la luz? ¿Acaso no hay fin para esta tortura? ¿Estamos condenados a la eternidad de la nada? "

Las moléculas, azotadas, abrasadas por el viento intentaron modificarse, conformar una mínima y simbólica apariencia de los cuerpos que fueron a fin de albergar su ego. Más los egos no fueron capaces ya de encarnare. Ya solo eran eso: egos. El frío más puro y cruel experimentado hasta el momento los cristalizó.

Emergieron de la negrura los fantasmas de sus víctimas. Miles de millones de rostros se cernieron sobre sus consciencias. Todos distintos, todos diferentes, todos con su historia, todos muertos, sin dejar descendencia ni en la memoria de los suyos; pues por haber no había descendencia, ni memoria, ni suyos... No quedaba nada; solo quedaba la nada…Y en esta ocasión recordaron claramente, recordaron todo el dolor, muerte y destrucción que ellos mismos generaron. La congoja no tuvo por donde expresarse al carecer ya de cuerpos. Sólo sus sentimientos parecían sobrevivir, y desde ellos, incapaces de soportar tanto horror, por fin clamaron:

-¡Basta ya! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdón! ¡Lo sentimos!


El céfiro se paralizó, los astros detuvieron su curso, las estrellas esperaron atentamente sentir sus palabras, las llamas del infierno parecieron congelarse, el tiempo quedó suspenso, el universo entero se distorsionó a la espera de la reflexión final. Los Creadores fueron conscientes de que solamente tras purgar el mal realizado, tras reconocer la destrucción de la que fueron responsables, encontrarían la paz, la luz, la salida. La Humanidad, juguete de sus manos, se presentó ante ellos como una sola voz. Tras eones y eones, los Dioses y Humanos extintos -el crepúsculo de lo que todos fueron- se comunicaron.


-"¿Dónde está la luz? -Inquirieron algunos Dioses más elementales-¿Dónde se encuentra la salida?"


Los espectros de los que fueron Humanos, de los que fueron sus Hijos, respondieron:


-Sin mortales que os adoren, ¿Qué sois? Sólo bocas vacías, oídos sordos, cuerpos imaginarios sin ropajes, muertos eternos condenados a la soledad y a la invisibilidad.

-“¡Somos Dioses! –Respondieron- estamos más allá del bien y del mal. Somos inmortales. ¡Nuestro es el poder!

¿De qué os sirve a vuestro presunto poder, si no sois capaces de cobrar forma ante vosotros mismos, si ya ni entre vosotros os reconocéis? Sin nuestros miedos e ignorancias, sin nuestras alegrías y frustraciones, sin nuestras esperanzas y deseo de trascendencias, sin nuestra fantasía no sois nadie; si no creemos en vosotros no sois nada. No existís si no lo hacemos nosotros. ¡Ese es nuestro poder!.

Los ecos reverberaron disgustados con intención de regresar al mundo de la nada y esperar eones a que los Dioses se encontraran preparados para entender. El decepcionado cosmos se disponía a entrar en movimiento.

-“Esperad” –suplicaron- ¡Ayudadnos! ¡Salvadnos! ¡Dadnos la luz! No nos dejéis aquí.

-No podemos hacer nada -clamaron como una sola voz-; no existimos, no somos. Nos aniquilasteis o permitisteis nuestra destrucción. Contemplasteis impasibles nuestra evolución. A lo largo de los tiempos, en el nombre de cada uno de vosotros hemos sido juzgados, sacrificados, torturados; se han levantado guerras malditas en nombre de vuestra bendición. Únicamente si decidís Morir para Crear de nuevo, tendréis una oportunidad. Vuestra limitada fuerza creadora se encuentra aún en vuestras esencias. Debéis sacrificar vuestra inmortalidad para instaurar un mundo mortal. Ese mundo mortal y perecedero evolucionará. Con suerte generara seres conscientes de sí mismos y de su caducidad, entes que -como nosotros- ante el miedo a dejar de existir, ante la necesidad de dar explicaciones y significado a lo desconocido os reinventarán, os necesitarán. Ante fenómenos como el rayo, el viento, las aguas, el movimiento de los astros, la vida y reproducción de los animales y plantas o la muerte de los miembros de sus sociedades los nuevos seres primitivos carecerán de explicaciones racionales. Al no disponer de respuestas naturales para sus interrogantes se refugiaran en otras que aludan a fuerzas o seres sobrenaturales. Sólo así naceréis, tendréis nombres, formas, poderes y se os adorara; sólo así tendréis cuerpo, color, luz, salida del mundo de la sombras y del desierto de la no existencia.

El universo permaneció absorto.

-Ahora bien, una vez vivificados habréis de cuidar a vuestros nuevos adoradores para que no perezcan como colectivo; tendréis que ser bondadosos con ellos, deberéis protegerlos incluso de ellos mismos, pues de lo contrario la Nada regresara.


Las cenizas se removieron, recombinaron sus átomos, se transmutaron de inorgánicas a orgánicas. Edades más tarde, apareció la atmósfera y con ella vino la luz nueva, con la luz se recombinaron reiteradamente las cenizas. La nueva vida se edifico a partir de los restringidos restos de cuerpo simples: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, así como de los restos de calcio, azufre y fósforo. Los dioses inmortales perecieron, los ecos se extinguieron y la vida efímera comenzó a extenderse y afianzarse poco a poco. Inicialmente bajo la aparición de moléculas orgánicas como los ácidos animados, azúcares, urea. Con el tiempo aparecieron las células simples y más tarde las formas de seres más complejos.


Transcurrieron eternidades y períodos. Los vergeles abundaron, los ríos se extendieron, los seres vivos evolucionaron, se transformaron e intentaron dominar la tierra bajo distintas formas, pero muchas fracasaron. Mientras tanto los dioses permanecieron olvidados, dormidos, muertos... Un sinnúmero de días y noches transcurrieron bostezando. La conciencia de sí mismo intento emerger bajo el frío y el calor, pero no lo consiguió. Probó suerte primero en los mares, más tarde en el cielo, finalmente sobre la tierra. Unos seres débiles y primitivos se desarrollaron, tuvieron conciencia de sí mismos y de su muerte, buscaron sentido a la sequía, a la enfermedad, al dolor, pidieron protección en la caza y para su familia y hogares.

Un día, unos inquietos arácnidos se preguntaron:


-¿Dónde está la luz? ¿Dónde está la salida? ¿De dónde venimos? ¿A donde vamos? ¿Qué sentido tiene la muerte?

Elevaron sus peludas patas hacia el cielo al tiempo que sus mandíbulas recitaban extraños cánticos llenos de devoción. Como si desearan tocar el cielo articularon sus pedipalpos de manera armoniosa, acariciando aire, percibiéndolo a través de sus pilosidades: la primera y rudimentaria adoración apareció. Ese día aconteció la vuelta de los Dioses. regresaron del olvido a causa de la necesidad de conclusión de los arácnidos; sus preguntas les devolvieron a la vida.

Las antiguas cenizas se reunieron, del polvo cobraron vida,fueron tallados y esculpidos, tomaron formas y colores semejantes a los de sus fieles pues, al fin y al cabo, habían sido creados a imagen y semejanza de sus criaturas.

En ese día las primeras deidades fueron bautizadas, se les otorgó poder. Acompañaron a aquellos seres con el firme propósito de no permitir que murieran.ya que un eco del pasado susurraba que no sería de su agrado encontrarse de nuevo en el infierno y purgatorio al que los Hombres, primeros Avatares Creadores de los Dioses les habían relegado a causa de  sus pecados.