EL AMARRE (Tercera Parte) |
Obcecada, equivocada de camino, perdida en sí misma profundiza en los tortuosos senderos de su vació interior. Pilar se asoma a los abismos....
EL AMARRE (Tercera Parte)
-¡Hola! -saludó Pilar al entrar en la tienda.
-Hola, –correspondió Iris- espera un segundo. Enseguida te atiendo.
La pitonisa estaba cobrando algunos artículos a una pareja de joviales ancianos. Mientras él pagaba, la mujer no hacía más que mirar unos pequeños pendientes de plata en forma de duendecillos. A su marido le pasó desapercibido tal capricho y ella no se atrevió a expresarlo de viva voz. Cuando se fueron, Iris se dirigió a Pilar con su habitual alegría y simpatía.
-¿Cómo ha ido la cosa? -preguntó.
-¡Mal, muy mal! Hice todo lo que me dijiste, punto por punto, pero no ha sucedido nada de nada -se lamentó.
-¿Estás segura? -preguntó la dependienta con incredulidad.
-Lo estoy -respondió seria, esperando que ella, nuevamente, le proporcionara alguna solución.
-Desde luego, tendría que haber dado resultado, para qué te voy a decir otra cosa -sentenció echándose la mano a la boca intentando pensar algo que añadir.
-Quiero seguir intentándolo -aseveró Pilar con mirada extrañada.
-¿Deseas otros sortilegios?
Pilar contesto sin dar tiempo a que su mente razonara.
-Lo que hemos hecho es magia blanca…
-Si, así es -respondió expectante.
-Bien, esta vez quiero algo... ¿Cómo te diría? -fingió pensar- más fuerte, más poderoso.
-Ya te digo que te puedo ofrecer otra serie de rituales y que...
Pilar no la permitió terminar. Alzando ligeramente la mano para interrumpirla y negando con la cabeza añadió:
-¡No entiendes! Quiero a otro tipo de magia más poderosa. ¿Qué tal la magia negra? -preguntó cómo si nada.
Por primera vez desde que la conociera, vio a Iris sorprendida y con la jovialidad quebrada.
-¡No, lo siento! -se apresuró a decir-. Nosotros no hacemos ese tipo de trabajos.
-¿Seguro? -insistió Pilar- El dinero no sería un problema.
-¡Desde luego que no! -repitió ella casi ofendida.
-Entonces, ¿Puedes decirme a dónde puedo a acudir?
-Te aconsejo que no recurras a ella. Es algo que a nosotros no nos gusta. Además, siempre termina uno cargado negativamente, se paga un precio. Lo que uno desea para los demás termina repercutiendo en nosotros mismos de una u otra manera. ¡Cuidado con lo que deseas y con los medios que eliges para conseguirlo!
-No has contestado a mi pregunta, ¿Conoces a alguien?
La vidente volvió su mirada, y comprendió que de nada serviría el procurar que desistiera. ¡Cuanto antes se marchara, mejor! Sintió un escalofrío en su espalda e impulsivamente tomó una hoja de papel y escribió en ella un número de teléfono móvil.
Pregunta por José Luis, -indicó entregándole la nota- pero no le digas que te he mandado yo. Es lo único que te pido.
-¡Gracias!
-No deberías dármelas, no te he hecho ningún favor -alegó convencida. Espero que sepas lo que haces. Yo no quiero saber nada, me lavo las manos. Te pido que no vuelvas…
Cuando Pilar se marchó, Iris se arrepintió inmediatamente de haber accedido a sus deseos. "Bueno –pensó- ya es mayorcita para saber dónde se mete”.
Efectivamente, Pilar era adulta, pero no tenía ni la menor idea de dónde se iba a meter.
-Hola, –correspondió Iris- espera un segundo. Enseguida te atiendo.
La pitonisa estaba cobrando algunos artículos a una pareja de joviales ancianos. Mientras él pagaba, la mujer no hacía más que mirar unos pequeños pendientes de plata en forma de duendecillos. A su marido le pasó desapercibido tal capricho y ella no se atrevió a expresarlo de viva voz. Cuando se fueron, Iris se dirigió a Pilar con su habitual alegría y simpatía.
-¿Cómo ha ido la cosa? -preguntó.
-¡Mal, muy mal! Hice todo lo que me dijiste, punto por punto, pero no ha sucedido nada de nada -se lamentó.
-¿Estás segura? -preguntó la dependienta con incredulidad.
-Lo estoy -respondió seria, esperando que ella, nuevamente, le proporcionara alguna solución.
-Desde luego, tendría que haber dado resultado, para qué te voy a decir otra cosa -sentenció echándose la mano a la boca intentando pensar algo que añadir.
-Quiero seguir intentándolo -aseveró Pilar con mirada extrañada.
-¿Deseas otros sortilegios?
Pilar contesto sin dar tiempo a que su mente razonara.
-Lo que hemos hecho es magia blanca…
-Si, así es -respondió expectante.
-Bien, esta vez quiero algo... ¿Cómo te diría? -fingió pensar- más fuerte, más poderoso.
-Ya te digo que te puedo ofrecer otra serie de rituales y que...
Pilar no la permitió terminar. Alzando ligeramente la mano para interrumpirla y negando con la cabeza añadió:
-¡No entiendes! Quiero a otro tipo de magia más poderosa. ¿Qué tal la magia negra? -preguntó cómo si nada.
Por primera vez desde que la conociera, vio a Iris sorprendida y con la jovialidad quebrada.
-¡No, lo siento! -se apresuró a decir-. Nosotros no hacemos ese tipo de trabajos.
-¿Seguro? -insistió Pilar- El dinero no sería un problema.
-¡Desde luego que no! -repitió ella casi ofendida.
-Entonces, ¿Puedes decirme a dónde puedo a acudir?
-Te aconsejo que no recurras a ella. Es algo que a nosotros no nos gusta. Además, siempre termina uno cargado negativamente, se paga un precio. Lo que uno desea para los demás termina repercutiendo en nosotros mismos de una u otra manera. ¡Cuidado con lo que deseas y con los medios que eliges para conseguirlo!
-No has contestado a mi pregunta, ¿Conoces a alguien?
La vidente volvió su mirada, y comprendió que de nada serviría el procurar que desistiera. ¡Cuanto antes se marchara, mejor! Sintió un escalofrío en su espalda e impulsivamente tomó una hoja de papel y escribió en ella un número de teléfono móvil.
Pregunta por José Luis, -indicó entregándole la nota- pero no le digas que te he mandado yo. Es lo único que te pido.
-¡Gracias!
-No deberías dármelas, no te he hecho ningún favor -alegó convencida. Espero que sepas lo que haces. Yo no quiero saber nada, me lavo las manos. Te pido que no vuelvas…
Cuando Pilar se marchó, Iris se arrepintió inmediatamente de haber accedido a sus deseos. "Bueno –pensó- ya es mayorcita para saber dónde se mete”.
Efectivamente, Pilar era adulta, pero no tenía ni la menor idea de dónde se iba a meter.
Las señales de su incipiente conversión no fueron fáciles de detectar, no incluyeron el abandonó de vida en familia, pero ya se encontraba distanciada de ella con anterioridad, no se habían cortado demasiados lazos con amigos, ya que apenas tenía. Sus cambios radicales de personalidad fueron achacados, como siempre, a su problemática personal. Su historia había sido ya demasiado compleja y cayó en nuevos comportamientos, pensamientos estrafalarios que cualquier persona en su sano juicio consideraría increíbles o incomprensibles. Las personas que recientemente habían pasado por alguna experiencia traumática dolorosa, que acumulaban ansiedad o incertidumbres intensas eran presas fáciles para la secta. Su falta de integración familiar, carácter débil e introspectivo, su desencanto hacia los demás y hacía sí misma, la carencia de afecto o comprensión junto a sus sentimientos de culpabilidad, la infelicidad y frustración la perfilaban como la candidata ideal.
José Luis nunca preguntó quién le había dado su teléfono, simplemente le interrogó acerca de lo que quería. Necesitada de seguridad, respuestas, fue adoctrinada básicamente en una nueva serie de valores, de propósitos y creencias sugestivas, atrayentes ante su vacío personal. El líder la convenció, le explicó que, antes de que ella se incorporara como miembro de pleno derecho, habría de aprender algunos conceptos esotéricos. La sumisión indiscutida a José Luis había sido un proceso sencillo al no ser capaz de dirigir sus propias riendas vitales. De manera retorcida, pensaba encontrar paz espiritual, felicidad y dar cumplimiento a sus deseos mediante formas distintas a las que había intentado hasta el momento: diversas religiones, psiquiatría…Tenía que romper la incertidumbre y la ansiedad con respecto al futuro. Pilar fue despojada, en cierta manera, de su pasado, cuestión que podría haber sido beneficiosa si lo hubiera hecho de buena fe y en otro contexto, pero...
Cuando conoció al resto de los integrantes, la simpatía les salía por los poros; todo el mundo la abrazaba y le decía que estaban contentos de que ser uniera a ellos. No comprendía las reticencias de Iris en el momento de darle aquellas referencias. Pilar se sintió aceptada, incluso amada, por primera vez en muchos años. ¡Qué fácil era en ocasiones dejarse engañar, autoengañarse por la necesidad de afecto! Se dejó convencer por halagos y voces de apoyo, sin darse cuenta de cuán falsas e impostadas eran.
Las semanas transcurrieron, y poco a poco los nuevos lazos emocionales establecidos con ellos fueron precipitados, profundamente irracionales y desmedidos. La confianza exagerada en aquellas personas había polarizado la desconfianza y suspicacias que sentía por el resto de la humanidad. Pilar había conocido tanto sufrimiento a causa de sus padres, trabajo, amigos, parejas y sí misma, que pronto comenzó a identificarse con los líderes de mayor de edad, proporcionándole una imagen materna o paterna aparentemente más agradables que las que había tenido realmente. Daban respuesta firme a toda pregunta, seguridad y confianza. En cierta medida, no se estaba dejando engañar. El mecanismo era mucho más complicado: estaba pidiendo a gritos que alguien le desvelara una doctrina o ideas que le ayudaran a dar sentido a su vida, que se hicieran cargo del pesado fardo que era su existencia, que se responsabilizaran de sus frustraciones, ambiciones, aspiraciones y penas. Pilar no se había planteado con sinceridad que estaba cayendo en un lugar peligroso. Creía, como si fuera una drogadicta, que lo podría controlar todo en cada momento. Interiormente se aseguraba que abandonaría el grupo cuando hubiera sacado de él lo que buscaba. El anzuelo que le habían tendido, el recuperar a Antonio: esa fue su fatalidad. Ella lo mordió con fuerza. El cruel espejismo se clavó en la boca de su ánimo y se hincó más y más cada vez que intentaba soltarse. El que de por si tuviera tendencias anoréxicas e insomnio aceleró su pesca, al no recargar sus defensas físicas y psicológicas.
José Luis era ensalzado con exageración, adoración. La fama de su poder y su conocimiento del mundo oscuro era capaz de cautivar a todos aquellos débiles de razón y corazón. Líder indiscutiblemente carismático, era el primero en creer, sin fisura alguna, ser un poderoso oficiante elegido por el propio Satanás. Su mente enferma y extremadamente inteligente deseaba satisfacer sus más inmediatas necesidades, justificar sus limitaciones y debilidades. El grupo se basaba en una doctrina creada por él, y presuntamente recogida y aprendida de famosos maestros iniciáticos de medio mundo. Su idea del ocultismo era de un ecléctico compendio de tendencias pseudofisosóficas que pretendía desvelar los secretos y misterios naturales. El grupo creía en el a pie juntillas, a pesar de no ser lógico o demasiado elaborado; se limitaba a una parodia de una misa cristiana en la que se ridículizaba y blasfemaba todo significado divino. Se basaba en las debilidades y aspiraciones de sus seguidores. Tocaba a todos y cada uno de ellos su fibra sensible o era expuesta de manera que coincidiera con su forma de pensar, o sentir en aquel momento preciso. Gran parte de su atractivo se basaba en el oscurantismo. Sin embargó, como cualquier otra, no soportaría un análisis racional. Todo lo nacido de las creencias emocionales era inadmisible a la razón, incluido el conflicto del Dios padre y bondadoso, su reverso positivo. Nada de ello respondía a un proceso lógico de pensamiento, ni a un orden natural, ni a una realidad palpable. En el caso de Pilar, la doctrina había llegado a su corazón acariciando su ambición, promesas de riqueza, empleo, ayudas económicas, venganza contra su madre y deseos románticos o sexuales con su amado Antonio. Traía consigo grandes problemas emocionales antes de ingresar en la secta y, por ello, comenzó a sufrir daños adicionales en su contacto con los cultos extremistas que comenzaba a controlar su personalidad e inhibir su comportamiento autónomo. Estaba perdiendo los restos de su capacidad de pensar y funcionar de un modo efectivo, había entrado con más fuerza aún en ese estado difuso de atención limitada en el que los marcos de referencia ordinarios se difuminaban con rapidez.