Se trata de un taller en el que aprenderemos a documentarnos para escribir ficción histórica. Realizado en el Café La Flauta Mágica por iniciativa de la Comunidad Literaria Magerit.
miércoles, 24 de diciembre de 2014
sábado, 20 de diciembre de 2014
XI TERTULIA LITERARIA ZARCO. LA EPILEPSIA Y EL TRIBUNAL DE LA SANTA INQUISICIÓN
Más vale tarde que nunca. Gracias a un asistente a la tertulia os puedo ofrecer el vídeo de la presentación y tertulia que se llevó a cabo el 6 de noviembre de 2014 en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid con el apoyo del Aula Zarco.
lunes, 1 de diciembre de 2014
CULO VEO, CULO QUIERO. POR DAVID MARIO VILLA MARTÍNEZ
CULO VEO, CULO QUIERO
Los refranes tienen su aquel y en este caso puede censurar jocosamente a los caprichos, a quienes se les antoja cuanto ven. ¿O tal vez no siempre es aplicable?
Es buena hora en el parque, en
estas fechas, mediados de septiembre. Disminuye bastante el calor en la tarde,
los aspersores que riegan algunas de las plantas estivales entran en
funcionamiento y la gente se anima a salir de sus casas para pasear sola, con
sus familias, con sus amigos o mascotas. Tras el letargo que produce en verano
una comida copiosa y que se traduce en siestas de minutos, o de horas, la gente
se anima, se arregla. Unos lo hacen de manera cómoda e informal expresada en
pantalones cortos y camisetas de tirantes. Otros, los deportistas o con
pretensiones de serlo, con ropas ceñidas u holgadas que facilitan sus
movimientos rítmicos al correr o pedalear en bicicleta... Los hombres más osados
se quitan las camisetas para lucir palmito con la excusa del sudor.
Los de más edad se dividen en
varios grupos: aquellos que se visten con comodidad e informalidad, ya sea por
falta de medios, ausencia de sentido estético o descuido, o los que engalanaran para ser
vistos y admirados. En el tema de los niños la cosa es diversa, como los
caprichos de los padres; ellos no tienen ni voz ni voto y la hora de jugar se ensuciaran
igual si es que no son reprimidos por ser lo que son: criaturas explorando el
mundo y disfrutando de el.
Por estar, no estoy escondido,
pero sí discretamente situado. Algunos de mis compañeros están más a la vista,
y posiblemente mejor situados. Yo me tengo que conformar con mi sitio, recalentado
por el sol, esperando que alguien se acerque lo suficiente como para ser
satisfechas mis curiosidades. Hay que permanecer alerta, inmóvil, paciente para
lograr una buena perspectiva de los cientos de culos posibles y tener la suerte
de que alguno se acerque a mí decididamente o con ciertas dudas. Me gustan
todos, no puedo negarlo; pero tampoco puedo negar que tenga mis preferencias o
predilecciones según qué día.
Algunos dirán que tengo algo de voyeur,
pero mis necesidades van más allá de la mirada discreta de los glúteos. Hay una
imperiosa necesidad de sentir las nalgas prietas o frágiles contra mí, comprobar si son
inquietas o reposadas, si son constantes o irresolutas. Pocos caen en la cuenta
en todo lo que un trasero nos puede contar de su dueño si estamos dispuestos
a aprender. Al principio somos incapaces de sentirlo, pero como en todo es
cuestión de práctica y experiencia. Cada uno tiene su aroma primario, por
decirlo de alguna manera elegante. Con el tiempo, desde donde me encuentro,
puedo comprobar sí las nalgas se han transformado, cambiado de forma con el paso del
tiempo. Pero, como digo, deseó más… Deseo sentirlas en toda su intensidad de
extensión, de manera, a ser posible, sosegada, notando poco a poco cada
pliegue, estría, poro o pelo nalgal si las telas lo hacen factible.
Muchos estaréis pensando que soy
una especie de pervertido sexual con muchos complejos limitantes y que mi
fijación es fetichista cuanto menos. Os puedo asegurar que no es así, que soy
perfectamente normal, aunque incomprendido y que en muchos casos pasó
desapercibido. Me hiere la indiferencia, pues alimenta la soledad que puedo
llegar a sentir, especialmente en las noches. Como todos, quiero ser elegido,
aunque solo sea por unos momentos cómplices o fugaces. Para algunos me he
convertido, por razones que no logro entender del todo, en el banco favorito de
descanso de sus nalgas agradecidas, ya sea por cansancio de piernas, juanetes, guarecimiento del sol cuando los árboles
comienzan a dar sombra sobre mí en desgastados tablones de madera, o por mí
discreta ubicación en el parque, ideal para confidencias, ya sea entre amantes
o vecinos cotillas. Los ancianos que intercambian noticias de achaques y enfermedades,
fallecimientos de conocidos o quejas acerca de hijos o nietos son también
posaderas habituales.
Hay nalgas conocidas que han
cambiado a lo largo del tiempo, como lo hacen las estaciones del año:
primaverales, veraniegas, otoñales e invernales. Como banco nuevo y recién
puesto en el parque llamaba la atención por el barniz brillante, por la
ausencia de pintadas de grafiteros o de marcas de navajas o llaves en mi superficie
impoluta. Hay nalgas ausentes y no sé qué habrá sido de ellas, si se habrán
mudado de barrio junto a su dueño, o han fenecido con él. De vez en cuando
reposan sobre mí traseros que son vacacionales, incluso extranjeros. En esas ocasiones
me siento agradecido, muy cosmopolita e internacional. Siempre es interesante
conocer culos nuevos.
Parece que se acercan traseros diversos en charla amena con toda la intención de descansar en mí. Depende de cómo se distribuyan puede que bascule un poco por la parte delantera izquierda, por donde el cemento ha comenzado a agrietarse. Ya se han sentado, los percibo también con mi respaldo; son muy distintos en forma, musculación y tamaño. Un hombre, una mujer y una niña. ¡Qué satisfacción más grande! Tienen al lado de mi apoyabrazos izquierdo un carrito de bebé. ¿Un posible culo para un futuro incierto, si es que llegó a permanecer aquí para entonces? No lo sé… Muchos bancos del parque están siendo reemplazados por modelos nuevos e incluso más ergonómicos. Mientras tanto disfrutó del presente y me siento realizado al cumplir el cometido por el cual fui diseñado: descansar los cuerpos y los panderos de mis creadores: los humanos.
Parece que se acercan traseros diversos en charla amena con toda la intención de descansar en mí. Depende de cómo se distribuyan puede que bascule un poco por la parte delantera izquierda, por donde el cemento ha comenzado a agrietarse. Ya se han sentado, los percibo también con mi respaldo; son muy distintos en forma, musculación y tamaño. Un hombre, una mujer y una niña. ¡Qué satisfacción más grande! Tienen al lado de mi apoyabrazos izquierdo un carrito de bebé. ¿Un posible culo para un futuro incierto, si es que llegó a permanecer aquí para entonces? No lo sé… Muchos bancos del parque están siendo reemplazados por modelos nuevos e incluso más ergonómicos. Mientras tanto disfrutó del presente y me siento realizado al cumplir el cometido por el cual fui diseñado: descansar los cuerpos y los panderos de mis creadores: los humanos.
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