En recuerdo a Johs Weston, Erik Roodes, Roman Ragazzi, Arpad Miklos, Wilfred Knight y muchos más que nos dieron buenos momentos.
NARCISOS DE TEMPORADA
Era ese tipo de personas que, en
apariencia, habían sido bendecidas por los dioses, además de ser considerados héroes
míticos por muchos de los mortales. Es curiosa la lotería que supone la combinación casi infinita que plantea la mezcolanza
del ADN. Algunos obtienen los premios ganadores en todos los aspectos, como si
obtuvieran el premio gordo en la lotería de la vida; otros como mucho obtienen
el reintegro, que simplemente consiste en estar vivo y sobrevivir de la mejor
manera posible.
Era atractivo y lo sabía, lo
explotaba como una de sus mejores armas sociales e incluso laborales. Para
nadie es un secreto que ante iguales conocimientos y aptitudes la apariencia
física proporciona puntos extra. Incluso, suele contrarrestar la ineptitud o la
estupidez. Vigoréxico enfermizo, dedicaba más horas de las que necesitaba en el
gimnasio, buscando un grado de perfección que no era necesario. Se miraba al espejo
como una reencarnación de Narciso, enamorado de sí mismo pero no del todo
satisfecho, cayendo en el reflejo de su propia imagen mientras hacía posturas
exhibicionistas. Como otros clones sin demasiadas diferencias entre si había
obtenido unas anchas y musculosas espaldas, bíceps impresionantes, piernas
fuertes, torso definido, culo apretado… Como en el caso de otros afamados actores
porno se comenzaron a hacer consoladores y dildos realísticos de su polla con
la mayor fidelidad posible basados en moldes de caucho. En los sex shop y tiendas on line se podía
adquirir su impresionante dildo realístico de 27cm x 6 cm. La réplica del pene
del actor porno disponía de todo lujo de detalles venosos y estaba fabricado de
material antialérgico.
Desde esa conciencia de poseer
una belleza, pasajera en el tiempo, vivía de fiesta en fiesta, de locura en
locura, bebiendo la vida con intensidad cercana a peligros innecesarios, lo
que, por otro lado, no era criticable sino admirable en muchos casos. Como no
podía ser de otra forma sus mejores amigos padecían el mismo síndrome de dismorfia muscular, un trastorno que se
caracteriza por la preocupación obsesiva por el físico y la distorsión del
esquema corporal. Los vigoréxicos sienten que carecen de musculatura y de
tonicidad; por lo tanto, tienen una obsesión con la realización de ejercicios
físicos que les permitan mejorar su aspecto corporal. Estos ejercicios son
realizados de manera compulsiva hasta que el cuerpo pierde sus proporciones
normales. Los ejercicios físicos se complementaban con el consumo de esteroides
o anabólicos que contribuían aumentar la musculatura. De esta forma, la
vigorexia se vuelve aún más peligrosa, ya que el abuso de este tipo de
sustancias aumenta el riesgo de padecer cáncer de próstata, disfunción eréctil
y otras enfermedades.
Era inimaginable para él tener amigos que no alcanzaran
un mínimo grado de apostura. Caminando por la vida con la firmeza e indolencia
de aquel que se cree hijo de los cojones de un marqués, y por lo tanto con
derecho a que le dieran casi todo hecho sin trabajar demasiado para lograrlo,
exceptuando sus esfuerzos por mantener su cuerpo, tendía a ningunear a los demás
con una arrogancia innecesaria. En realidad eran más propensos aquellos sujetos
con baja autoestima y tendencia a las conductas adictivas. El tratamiento de la
vigorexia es principalmente psicológico para que la persona supere su miedo al
fracaso y mejore su autoestima. El nunca lo admitió. Se mostraba en sus
conversaciones y discusiones en las que, como si meara colonia, creía estar en
la posesión de todas las verdades, especialmente si tomaba alguna de las
llamadas sustancias de la noche.
Autodefinido inicialmente como
heteroflexible, había transmutado su vida sexual a bicurioso, siempre y cuando
las carnes que se fundieran a las suyas tuvieran una distribución cercana a la
perfección. Finalmente había admitido su preferencia por los hombres, tal vez
como promoción de las propuestas de las productoras porno especializadas.
Pronto se hizo un hueco, y nunca mejor dicho, en la industria de la
pornografía, tras superar los casting con soltura. Aquella había sido la causa
de su despegue en las redes sociales, tanto promocionales como personales; de
ser el objeto de deseo, ya fuera oculto o manifiesto, de miles de personas que
en sus sueños deseaban follar con él. Una de sus apariciones en las que tuvo
más éxito, fue en la que participó en una doble penetración espectacular y por
la cual recibió el premio al mejor versátil del año, subiendo como la espuma.
Nunca se le vio con alguien
vulgar, de la media, más allá de algún acto social en el que, inevitablemente,
hubiera coincidido por casualidad, accediendo a hacerse una foto con alguno de
sus admiradores.
Lo triste, o cuanto menos
deprimente, era que muchos le seguían el juego con tal de estar ante su
imponerte presencia. En las redes sociales bastaba que dijera “buenos días”,
“valla resacón tengo hoy” o un “a quemar la noche” acompañados de una foto en
la cama, en el baño o en cualquier lugar que le pareciera exótico, desnudo
hasta donde la censura lo podía permitir, para que sus enloquecido seguidores
le concedieran cientos de pulgares alzados y jugosos comentarios que
alimentaban su ego. ¡Miles de amigos le seguían! Pendientes de sus fiestas,
borracheras, buenos días, buenas tardes, buenas noches o tomando una cañita
alimentaban unas entradas de lo más intrascendentes, en las que predominaba
comentarios como: “Wapo”, “Qué bueno estas”
o “Quiero un hijo tuyo”.
Hay que reconocer que hacía alguna
concesión para que se acercaran a su divina presencia con aquellos que tenían
poder, dinero, contactos o un cociente intelectual reconocidos y por los cuales
eran famosos. En aquel solidario gesto escondía, tras las divertidas fotos de
fiestas o eventos en los que aparecía semidesnudo, la exhibición narcisista en
la que tenía la seguridad de ser el centro de atención, en la que su belleza
brillaba aún más en comparación a la simpleza de los otros.
Un día, varios nos dimos cuenta
que, en casi todas las fotos, presentaba el mismo lado bueno del rostro, el
izquierdo, con la misma inclinación de la cabeza y mirada azul estudiada e
inexpresiva. Evidentemente había tenido tiempo de sobra de estudiarse en el espejo.
Era como si mediante diversos montajes de Photoshop se hubiera cortado y pegado
el rostro de manera repetida, e igualmente enigmática; en pocas ocasiones
sonreía. Le parecía más propio poner cara de interesante, de distante. En esta
dinámica de fiestas erótico festivas en las que se centraba un protagonismo de
manera sistemática fue apareciendo, poco a poco, un rostro inicialmente
anónimo, algo más joven. Era otro Narciso -eso era cierto- pero aún no tan
pagado de sí mismo y con grandes probabilidades de cambiar el rumbo de su vida
al ser más joven. Esporádicamente aparecía al lado de editores, productores y
actores consagrados como una nueva promesa que revolucionaría la industria.
Muchos de sus seguidores comenzaron a preguntar quién era el personaje, si eran
pareja… Su espontaneidad era evidente, no le costaba sonreír de manera honesta,
no le importaba salir más o menos favorecido en los momentos inmortalizados. De
manera sincera o no, posaba con unos y con otros, sin que tuvieran que ser
modelos perfectos. En definitiva, tenía empatía y comenzó a transmitirla en las
tórridas escenas.
Antes de lo esperado, de una
manera espontánea, alguien creó una página de admiradores del joven Narciso. De
manera viral la mutación se produjo en cuestión de semanas, consiguió tal
popularidad que se convirtió, en cierto modo, en una amenaza para el hijo de
los cojones del marqués. También era hermoso, cercanamente sociable y se hacía
evidente que era hijo de los cojones de un clase media. Su cuerpo formado venía
más bien de un trabajo como descargador de camiones; su empatía, de charlar con
unos y con otros, con la gente del barrio sin perder nunca de vista sus
orígenes. Miraba como los demás, es decir, era accesible, cercano, con las virtudes
y defectos de los mortales. Siempre estaba abierto escuchar y aprender de los
demás con una actitud de humildad.
El vigoréxico fue relegado poco a
poco al olvido, como las vistosas y caras camisas de temporada que, ante las
nuevas modas y tendencias, quedan confinadas en el armario. De protagonista en
películas porno de relumbrón pasó a papeles secundarios, en los que continuaba
mostrando su mejor perfil, aunque con la mejilla llena, abultada de la carne
del protagonista, de la polla del momento. La estrella se apagaba, el maduro
Narciso se marchitaba. Sus carnes ya no eran tan deseadas mas que por los
fieles nostálgicos incondicionales en masturbaciones habituales.
La sensación, incomprensible para
él, de ser relegado a pesar de sus dones, minó su arrogancia y autoestima de
tal manera que no supo cómo reaccionar. En el fondo era un ser herido, que
había perdido su propia dignidad, que se había dejado cegar por la fama y la
admiración. La evidencia era que, como muchos, había sido usado y degustado
cuando aún era carne fresca, explotado para ganar dinero con su imagen, para luego
ser escupido al mundo real que le cerraba las puertas por su pasado de actor.
Como en el cuento de Blancanieves ya no era el más bello y deseado del reino.
Otro había sustituido su puesto, además sin pretenderlo. Durante un tiempo
alterno sus esporádicas y cada vez menores apariciones en las películas de las
famosas compañías alquilando su cuerpo mediante enlaces especializadas de
chaperos con los llamativos ganchos de actor
porno solo por unos días en Madrid, para aumentar su caché en aquellos que
aún le deseaban y podrían permitirse sus servicios. Evidentemente muchos de sus clientes eran más
que maduros y en el pasado ni siquiera les habría dirigido la palabra. El
problema no era el oficio, era su actitud.
Un día apareció muerto en su
casa. Causa por determinar, como dirían los medios con cautela inicial. Eso sí,
aun muerto en la bañera, en el agua, como el Narciso mítico, no dejó de mostrar
su mejor perfil.
Los dildos fueron retirados en
los sex shop en poco tiempo, convirtiéndose casi en piezas de coleccionismo.
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