Premonición |
En ocasiones tenemos intuiciones, atisbos del futuro,sensaciones que nos orientan que camino hemos de seguir o que decisiones hemos de tomar. La cuestión es: ¿Realmente las prestamos la suficiente atención?
PREMONICIÓN
Con la impresión de revivir lo ya
vivido, con la imagen de espejismo que causa la anticipación del futuro, y sin
dar sentido a la razón de aquella extraña clarividencia, Eduardo convivía con
intuiciones y pronósticos, balanceándose con frecuencia entre el desconcierto y
el juego. Era un complicado ciclo del que no sabía escapar.
En ocasiones, como si fuera mero
espectador de un número de magia, reflexionaba si el futuro acaecía de un modo
determinado porque él lo predecía o aquello se producía en sentido inverso. Se
preguntaba con frecuencia si él podía cambiar su suerte o si sería inútil y
extravagante todo intento por desatar los nudos que rigen el azar. Se
preguntaba…se preguntaba…
Algo que le pareció absurdo se le
ocurrió, una especie de esperpento de la voluntad, ¿quería él modificar su
destino, aún sabiendo que lo que sucediera partir de ese instante sería
diferente de lo que conocía? Era una apuesta aparentemente desatinada.
Algo indefinido le encaminaba a
continuar cuestionándose las cosas, pero se desanimaba con frecuencia, sin
fuerzas para averiguar más, y entonces, inmerso
ya sin resistencia en el mar que se nutre de los ríos del ayer, del hoy
y del mañana, entremezcladas las aguas en una orgía temporal, nadaba en una
corriente de recuerdos imposibles del mañana y evocaba, salpicado de
interrupciones constantes su primer encuentro con Marcos.
Eduardo había sido invitado a una
de esas fiestas discotequeras de ambiente en las que el postre –o el primer
plato- resulta ser el placer anónimo de una multitud sin prejuicios en busca de
sexo fácil y sin complicaciones. Todo estaba preparado, dispuesto para ello. Desde
el otro lado de la barra se miraron mutuamente, se sonrieron; él se aproximó y
le lanzó una frase que desde entonces utilizaría reiteradamente.
-¿Puedo decirte una cosa?
-¿Qué?-contestó Eduardo.
Las palabras fluyeron de su boca
y el galanteo se convirtió en toda una lección de poesía que a Eduardo, en ese
momento, le pareció espontánea y sincera. ¡Estaba tan necesitado de poesía!
Esa misma noche cercaron con
muros de deseo una parcela de amor que Marcos redujo a encuentros clandestinos,
se hicieron promesas que él postergó en continuos aplazamientos y se juraron
una confianza absoluta que no fueron capaces de encontrar en el laberinto de
verdades a medias y traiciones sin fin que en vano Marcos intentaba justificar.
Pasaron los meses…
El resto de los recuerdos, cómo
descubrió Marcos tenía pareja estable y la fuerte discusión posterior, se sucedían
con una velocidad de vértigo a lo largo del tobogán que le conducía hasta una explosión
de oscuridad. Entonces, en un bucle sin
fin, regresaba de nuevo al comienzo de la historia.
Una vez más acababa de colgar el
teléfono; su amigo le invitaba a una fiesta en la que ya había estado. Mientras
entraba al local, tremendamente familiar hasta en el más mínimo de los detalles
de la clientela, sentía como la lucha
entre su cabeza y su corazón provocaba ondas y remolinos de dolor en los que
las imágenes perdían su forma como un televisor mal sintonizado. Reconoció vívidamente
algunos invitados que ya en su día llamaran su atención y casi buscó, adelantándose
peligrosamente sobre el abismo del porvenir, a aquel que debía de invadir su
vida con una simple pregunta. Le vio
acercarse y sintió como cada paso se hundía
en su vientre con el filo de un destino
que le desgarraba las entrañas, a golpes certeros que ahondaban la herida ya
abierta.
-¿Puedo decirte una cosa?
Algo diferente sucedió con esta
frase, tan vieja y tan nueva a la vez. Eduardo se agarró a este nuevo camino
como a una madera en un naufragio en noche de tempestad. Ante sus ojos se
ofreció evidente el sentido de aquella espiral de repeticiones, que no era otro
que el de ofrecerle una segunda oportunidad, la posibilidad de corregir los
errores, de aclarar la confusión, de expulsar las faltas y mentiras.
Poseedor del privilegio que se niega
al resto de los mortales, sintiendo la fuerza que proporciona el dominio de la
estrategia capaz de burlar su ventura, Eduardo gritó no, al tiempo que su mano
volaba hasta el rostro de aquel desconocido, chocando en una sonora bofetada
que resonó en infinidad de ecos por toda la sala y que acabaron por
despertarlo.
Agitado por la respiración descoordinada
Eduardo se incorporó en la cama. A pesar del sudor que bañaba su cara y escocía
sus ojos, pudo ver como el sol de otoño teñía los tubos, sondas y maquinas que
le rodeaban de tonos amarillos y rojos en una sinfonía de transparencias que
inmediatamente le serenó.
Epilogo:
Un hombre grita en la recepción
del hospital, mientras agita un ramo de rosas que desprende pétalos de sangre
en cada sacudida.
-¿Qué no puedo verle?.... ¿Lo ha
dicho él? ¿Acaso ha salido del coma?...Pues claro que me alegro, pero
necesito verle, decirle que le quiero y… ¿Pero qué le estoy contando a usted?
¡Haga el favor de decirme a que habitación le han llevado…! Señorita, ¿me
oye?.... ¡Señorita!
Tiene tantas posibles interpretaciones que no se con cual quedarme. Con frecuencia eres capaz de dar con la manera que cada uno saque varias. :)
ResponderEliminarPuedes quedarte con la que quieras mientras saques algo positivo, que ya nos conocemos¡¡¡jajaja
EliminarMuchas veces sentido esa intuición tipo "Pepito Grillo! que dice : si...no...ahora... escapa, avanza... Pero no siempre las he hecho el caso suficiente. Tal vez deba de estar más pendiente a las intuiciones
ResponderEliminarA mi me sucede con cierta frecuencia y tengo que afinar la puntería para saber como reaccionar. Imagino en ocasiones realidades paralelas basadas en otras decisiones pasadas. Me gusta elucubrar. Deber ser parte de lo que supone escribir, imaginar diversas tramas y posibilidades.
EliminarMe encanta
ResponderEliminarReflexión en Serie: http://reflexionserie.blogspot.com.es/
Gracias por dedicar un tiempo a leerme y dejar un comentario
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