martes, 9 de julio de 2013

LECTURA DEL RELATO EN EL EVENTO "MALDITO CALOR" EN EL ESPACIO NIRAM: LICENCIATURA DE VERANO



LICENCIATURA DE VERANO


(Gracias a Daniel García -compañero de Circulo Mundibook- por ponervoz y sentimiento a este relato en el Espacio Niram al no poder yo asistir)

El calor, el maldito calor no impide que "los chicos de alquiler"se ganen su sustento.


LECTURA DEL RELATO EN EL EVENTO "MALDITO CALOR" EN EL ESPACIO NIRAM: LICENCIATURA DE VERANO

Aun siendo las cuatro de la madrugada el bochorno de estas noches de Junio es insoportable. El “portero” -un hombre maduro de rostro afable a la vez que respetuoso- viste un uniforme azul y rojo. Inclinando levemente la cabeza como señal de cortesía nos da la bienvenida al Hotel. Mi acompañante corresponde; yo soy incapaz de articular palabra.

Traspasamos la balaustrada de hierro forjado -de al menos tres metros de altura- y pisamos la larga alfombra roja como si fuéramos embajadores en visita oficial. Admiro el techo, embobado, contemplando las inmensas lámparas de cristal iridiscente. Antes de atravesar la inmensa puerta giratoria, flanqueada por columnas dóricas, me fijo en los cuidados maceteros cuajados de flores naturales.

-Gabriel, ¿sabes que el precio no varía? –insisto agarrándole suavemente del brazo.

-De vez en cuando hay que hacer alguna locura. Nunca he venido aquí, y me apetece conocer el hotel. En cuanto al dinero... No soy millonario, pero dame este gusto -insiste meloso-. Hace mucho que quería dormir en una de sus habitaciones, y esta noche quiero hacerlo... contigo.

Con algo de malignidad disfruto de la incomodidad que siento ante la idea de que page por mi y por estar conmigo tal cantidad de dinero. De haberme llevado a otro lugar, incluso a su casa, posiblemente hubiera aceptado de mejor gana, pero la presumiblemente escandalosa minuta me desasosiega un poco. Simplemente me abro a esta experiencia, como he tenido que hacer en los últimos meses desde que no me quedó más salida…   Debe de estar forrado de dinero de todas las maneras. Este capricho no lo puede pagar cualquiera.

Me indica que espere mientras  él  se acerca a recepción. Me siento en un vistoso tresillo de color blanco impoluto con adornos dorados, admirando su comodidad. Con el rabillo de ojo él ve como paso la mano por la tapicería impulsado por una irresistible curiosidad al tacto: es suave y agradable. Ahora lo hago de una forma insinuante, llena de intención para excitarle. El recibidor no es muy amplio. Esta adornado con columnas nuevas, de mármol resplandeciente, barrocos espejos, cuadros clásicos y relojes antiguos. Intuyo que se ha prescindido del gran vestíbulo original, tal vez para evitar curiosos y corrillos, habilitándose salones adyacentes, tal y como puedo divisar desde donde me encuentro. En su casi un siglo de historia, reyes y príncipes, aristócratas, la dorada bohemia intelectual de la generación del noventa y ocho y del veintisiete, creadores de moda y de fortunas y celebridades internacionales han creado, alimentado y mantenido su peculiar estilo.

Jean Claude Van Erik, el tercer hijo de una familia de burgueses belgas, había abandonado pronto las verdes praderas y las majadas de vacas por el brillo de Madrid. Ambicioso, dotado de una notable intuición y orfebre de las relaciones humanas, decidió hacer de la hospitalidad un arte. Antes de los treinta años había conseguido comprar uno de los mejores hoteles de la capital, El Dorado, destruido desgraciadamente durante la guerra civil. En aquellos tiempos ya era el director del Mónaco. Años antes había conseguido contratar a Mariano Rivera, el más célebre chef de su tiempo. Con él formó pareja, tanto comercial como íntima. Además de cama, compartían las mismas ideas: orden y limpieza en las cocinas, cuidada presentación de los platos, calidad y frescura de los manjares hasta la mesa. Con respecto a los clientes consideraron vital anticiparse a sus deseos y satisfacer las más difíciles exigencias. El hotel debía ser perfecto, no solamente bello sino también higiénico, eficiente, íntimo y discreto. Tras la muerte del afamado cocinero -fusilado en la posguerra por “ser rojo y maricón”- Jean Claude se sumió en una profunda depresión de la que no logró salir, teniendo que abandonar la dirección del hotel. A pesar de ello, sus socios han conseguido conservar tanto los ideales de servicio como su fama.

¿Cómo iba a pensar que mi carrera de arquitecto con honores tendría estas peculiaridades? Cosas de la vida.  Ahora ya no se nota la climatización y comienzo a transpirar  de nuevo.

Cuándo Gabriel dirige la vista hacía mí, vislumbro la mirada fija que me dirige el recepcionista. Me siento avergonzado al pensar que me crean puto, un gigoló. En realidad es así; lo llamen como o llamen soy un cuerpo en venta, un chapero, un chico de compañía, un scort a la fuerza aún no muy acostumbrado a su nuevo oficio. No asimilo encontrarme en un lugar donde se codean princesas, banqueros, representantes de diversos gobiernos y grandes fortunas en general. ¡Y yo con pantalones vaqueros ajustados  “marcando tendencia” y una camiseta sudada –eso sí, de marca-!

Regresa. Tras mio permanece la mirada del recepcionista. Tampoco me importaría hacerle un favor. Un botones entrado en años de mirada afable que dice “ya-lo-he-visto-todo”  lleva las llaves de la habitación.

-Ya está –dice Gabriel con satisfacción.

-Tengo la sensación de que el recepcionista me ha mirado de una manera –digo sin pensar-... no demasiado amistosa. Vuelvo la cabeza y descaradamente le lanzo un guiño. Colorado, simula revisar el libro de admisión. ¿Acabo de reaccionar como en la película  “Pretty Woman? ¡No doy crédito¡ El calor está haciendo estragos en mi. Solo me falta mascar chicle.

Mi cliente me tranquiliza diciendo que aquí deber haber un credo básico: Ver todo sin mirar, oír sin escuchar, ser atento sin mostrarse servil, prever sin parecer presuntuoso. El botones responde asintiendo con la cabeza -con estoicismo- que así es.


La habitación se encuentra en el tercer piso. Esta totalmente alfombrada, con chimenea -más decorativa que funcional- y amueblada al estilo Luis XIV. El inmenso lecho de baldaquino ostenta un hermoso cubrecamas de chintz en tonos pastel, exquisitamente combinados. La cómoda, el tocador, el tapiz y los cuadros me recuerdan al Palacio de Versalles. Ambos nos sentimos como insaciables esponjas incapaces de absorber el maridaje de lujo, arte y belleza que despide el cuarto. Y como esponja me lanzo a precioso minibar con el propósito de reponer fluidos pasados y aminorar los futuros.

-Tengo que reconocer –me dice Gabriel, dejándose caer en el mullido colchón-  que es la más barata. De todas formas es muy bonita, ¿no? -pregunta mirando alrededor, como si buscara mi aprobación.

No replico; no sé qué decir ante este tipo de clientes. Como niños, agarrados de la mano, admiramos las rutilantes lámparas, dorados y cortinajes dobles adornados de pasamanerías. Al pasar al cuarto de baño nos encontramos con un escenario a semejanza de una pequeña terma pompeyana, con una sauna, jacuzzi y mobiliario de mármol blanco a la usanza de la época. En las paredes hay pequeños estucos imitando la época flavia, con amorcitos, trofeos y bacantes. Sin cruzar palabra nos desnudamos mutuamente arrojando la ropa al suelo. Nos sumergimos en una cálida y burbujeante fluidez. Sigo teniendo calor, pero al menos estoy aseado para comenzar de verdad mi trabajo… mi nuevo trabajo… hasta conseguir la licenciatura.



2 comentarios:

  1. ¡Hola, hacía tiempo que no comentaba por aquí! Pero pasar sí que paso, que conste. Qué puntazo lo de Pretty Woman, tú. Por cierto, tienes algunas faltas en plan he escrito rápido y me como letras (como tenemos todos, faltaría más), te lo digo porque, francamente, a mí me gusta que me digan estas cosas, que soy un poco vago y no siempre me paro a corregir las cosas (y más me cuesta si ya están publicadas). La descripción es muy detallista, pero no cansa, y uno puede imaginarse perfectamente la elegancia y el estilo que emanan del hotel, en contraste con el protagonista y sus vaqueros. No sé, ese tío me cae bien... Supongo que ser una prostituta o prostituto de lujo es otro mundo distinto a lo sórdido de calles encharcadas bajo la lluvia nocturna. Y con lo que cuesta estudiar ahora y el paro que hay... no es mal apaño para alguien que lo lleve con naturalidad como lo hace tu personaje. No es mi mundo, ni nada que comparta, pero como dice Homer "si a mí no me importa ni a su madre le importa, ¿a quién le importa?". Mola.
    ¡Un abrazo! ^_^

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    1. ¡Hola Jorge!
      Te hacia de vacaciones en alguna playa paradisíaca...
      Gracias por hacerme ver las faltas, en mi defensa he de decir que subí el borrador en lugar del texto definitivo y que con la precipitación no lo repasé como es debido y como vosotros -los lectores-os merecéis.En otras ocasiones se me escapan gazapos y solo al cabo de unos días o semanas me doy cuenta. Si los ves no dudes en decírmelo.
      En esta ocasión he intentado que el protagonista fuera el Hotel.No hay más que alguna pincelada de los protagonistas humanos, ni juicios, ni siquiera una referencia explicita de la crisis.
      También intentaba que el chapero fuera grato al lector, que fuera simpatizando con el y los esbozos de su vida.
      Otro aspecto era crear una especie de relación erótica entre el arquitecto frustrado y el edificio al que si repasa con mimo y recuerda su historia.
      ¡Un abrazo!¡ :)

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